Taylor se emocionó en River: “Son una audiencia épica, en otro nivel… ¿Dónde estuviste toda mi vida Argentina?”
La espera terminó para las swifties. Luego de años de especulaciones sobre su posible llegada a la Argentina, Taylor Swift finalmente desembarcó en nuestro país con The Eras Tour, una gira descomunal que comenzó el 17 de marzo en Glendale, Estados Unidos. y que se prolongará durante todo 2024. Un rato antes de lo señalado, las puertas del estadio de River Plate se abrieron para que ingresen los primeros fans.
Con un reloj reminiscente al disco Midnights que iba marcando el tiempo que restaba para su esperada aparición en el escenario, la emoción de los swifties se intensificó aún más poco antes de las 21. Con la caída del sol como marco ideal, se empezó a escuchar la intro de “Miss Americana & The Heartbreak Prince”, canción que situaba a la audiencia en la primera era de la noche: la de Lover (2019). Ese “Ha tardado mucho tiempo en llegar”, la primera frase que pudo oírse, hacía referencia a los cuatros años que tuvo que esperar la artista para reencontrarse con su público luego de que la pandemia no le permitiera promocionar tres de sus discos previos al lanzamiento de Midnights.
Tras la aparición de los bailarines flameando unas banderas rosas y naranjas, Swift emergió del centro del escenario, en ese diamante imponente, esa pasarela extensa en la que, con un body a tono con la era (el micrófono y la guitarra también estaban en sintonía con Lover), interpretó “Cruel Summer”, un hit inapelable que este año adquirió un merecido reconocimiento gracias a una reversión en vivo que potenciaba ese puente que el público argentino acompañó como si estuviera haciendo catarsis tras la larga espera.
De inmediato, pidió gritos de la audiencia, asombrada por el nivel de fervor. “Buenos Aires, todos ustedes me hacen sentir increíble; excelente”. Lo mismo reiteró cuando le llegó el turno a “The Man”, himno sobre la doble vara con la que se mide a las mujeres en diferentes contextos, que Swift acompañó con una imponente escenografía que simulaba ser una oficina, al estilo El terror de las chicas, de Jerry Lewis. “Me hacen sentir como si pudiera ser el hombre”, dijo entre risas mientras se ponía un chaleco fucsia.
La fiesta irrumpió con otro himno, en ese caso, el tema destinado a la comunidad LGBTQI+, “You Need To Calm Down”, para el que por primera vez se prendieron las pulseras de los colores de la bandera del orgullo por la diversidad.
El clima cambió cuando la artista se volcó a dos baladas del disco, “Lover” y “The Archer”. En esta última, la audiencia interactuó con Swift levantando carteles en momentos estratégicos de la canción que le dedicó a su expareja, el actor Joe Alwyn, musa de uno de los álbumes más luminosos de la artista.
“Sé que estuvieron acampando, no lo creí hasta que vi el vídeo. Muchas gracias por eso, son muy apasionados”, exclamó luego Swift.
Uno de los grandes highlights del show fue el tramo dedicado al trabajo más maduro de Swift, que al momento de su lanzamiento quedó un tanto opacado por su predecesor. Se trata de Evermore, su noveno disco, un viaje al terreno de las fábulas iniciado en Folklore, que tuvo un merecido lugar destacado con “‘Tis The Damn Season”, “Willow”, “Marjorie” (tema dedicado a la abuela de Taylor que generó un clima de serenidad en la audiencia) y un combo infalible: “Champagne Problemas” al piano y “Tolerate It”. Antes de interpretar la primera canción de ese brillante díptico, Taylor se tomó un momento para hablar con el público argentino y remarcar la pasión que le transmitían y lo fuerte que se sentían sus voces.
Luego, al interpretar “Tolerate It”, cedió al piano a una integrante de su banda y cantó el tema graficando su leitmotiv: el desencanto que sufre una mujer cuando le demuestra a su pareja todo lo que siente, pero no recibe el mismo nivel de devoción. “Sé que mi amor debería ser celebrado, pero tú toleras”, canta Swift con la voz quebrada en una mesa en la que se va aproximando a uno de sus bailarines, Raphael Thomas, en una de las viñetas más cinematográficas de la noche.
Si bien al momento de su lanzamiento, en 2017, Reputation no recibió el aval crítico que Swift esperaba -la artista se arriesgó con una fusión de sonidos afines al rap y al electropop-, en la previa a su inminente anuncio de Reputation (Taylor’s Version), el álbum cobró una fuerza indetenible que ya podía preverse en la gira que brindó Taylor para promocionarlo. Para The Eras Tour, la artista eligió, con excepción de “Delicate”, tres canciones que reflejan la energía de ese trabajo: “…Ready For It?”, “Don’t Blame Me” y “Look What You Made Me Do”. Para este último, Swift recordó, enfundada en un catsuit negro y rojo, y con la víbora insignia en el look and feel de la puesta (y en su micrófono, claro), al video de ese último tema con el que había regresado tras un año de ausencia.
Por lo tanto, aparecieron todas las “old taylors” en cajas de vidrio que se fueron rompiendo una a una, símbolo de todas las etapas de la artista, pero también de cómo, por muchos años, estuvo presa del contrato discográfico que tuvo como cara visible a Scooter Braun. El segmento no hizo más que demostrar la presencia de Swift arriba del escenario, su capacidad para dominar al público, para manejar los tiempos, con esas botas que iban generando “grietas” en el escenario con cada una de sus pisadas en “Delicate”.
Cuando llegó el turno de Speak Now, fue imposible no sentir un desequilibrio en relación al tratamiento que le dio a los otros discos. Su único trabajo compuesto enteramente por ella, sin coautores, merecía un destaque mayor.
Si bien las elecciones de “Enchanted” (el cuento de hadas para el que salió con un imponente vestido violeta de Elie Saab), y de “Long Live” fueron acertadas, Speak Now, que tuvo su regrabación este año, cuenta con, al menos, dos temas que podrían haber tenido un merecido espacio: “Dear John” y “Last Kiss”, por mencionar solo algunos. Lo que colaboró a compensar esas omisiones fue la interpretación de “Long Live”. El tema toca fibras para los swifties y eso se notó en la rendición que hicieron del mismo junto a Taylor y a su banda, desplegada en el escenario en un guiño a las primeras interpretaciones que hicieron de ese tema, allá por 2011.
Si bien ahora Red, debido a su regrabación, se asocia al otoño, es imposible no pensar en el verano cuando se lo escucha. Taylor y su gran equipo de bailarines, 14 integrantes entre los que se lucen Kameron Saunders, Audrey Douglas y Karen Chuang, volvieron a sus 20 para divertirse con Swift en el tramo más lúdico del show. La seguidilla “22?, “We Are Never Ever Getting Back Together” y “I Knew You Were Trouble” fue un verdadero deleite por cómo la artista y su equipo aprehendieron, sin prejuicios, las letras pretendidamente infantiles. Como venía siendo su sello en este tramo del espectáculo, Taylor entregó su sombrero “22? a una niña al finalizar la canción, lo que se llevó numerosos aplausos.
El respiro llegó con la sentida interpretación de la versión de 10 minutos de “All Too Well”, uno de los puntos más abrumadores de la noche, con Swift cantando ese favorito del público con una solemnidad bienentendida y el invaluable aporte de sus vocalistas, tales como Jeslyn Gorman y Melanie Nyema.
Tras ese racconto detallista de lo que es tener el corazón roto -Swift compuso el tema a los 21 años, tras su ruptura con Jake Gylenhaal-, Folklore tuvo su momento intimista, con la cabaña que acompaña la estética del disco incorporada a la escenografía en ese inicio con “The 1?.
Si hubo un tramo del show que tuvo al público en una suerte de estado de trance, este fue el instante para la era Folklore. Además de “August” y “Betty”, dos de los temas que componen la tríada romántica del disco, hubo un destaque para “The Last Great American Dinasty” (no precisamente la mejor canción del disco), pero nada pudo superar la forma en la que Swift se entregó a “Illicit Affairs” y “My Tears Ricochet”, con su vestido en movimiento por todo el escenario que recorrió con la impronta taciturna de esas composiciones que ratificaron su versatilidad como narradora de historias, que culminó en el espectáculo con “Cardigan”, el cierre de la trilogía musical antes mencionadda.
Una de las biblias del pop, 1989, tuvo su momento para brillar (el tramo con el que volvió la diversión) con las canciones que elevaron a Swift al estrellato: “Style”, “Blank Space”, “Shake It Off” y “Bad Blood”, interpretadas retomando el tono lúdico de Red, con bicicletas en la pasarela, el bate que remite al video de “Blank Space” y una alegría contagiosa (en un tramo un tanto atropellado en la que “Wildest Dreams” quedó deslucida) que preparó a un público obnubilado para el final de la noche que, tras escuchar las canciones sorpresas “The Very First Night” y “Labyrinth”, le dio la bienvenida a Midnights.
Swift se tiró a un océano ficticio y su imagen se fusionó con las visuales de “Lavender Haze”, el tema de apertura del disco con el que hizo su regreso a un synthpop de la mano de Jack Antonoff. Luego, llegó “Anti-Hero”, su último gran hit (si no contamos el tema de la bóveda de 1989 TV, “Is It Over Now?”), donde entonó la adictiva frase “Soy yo, hola, soy el problema, soy yo”, con un sarcasmo delicioso. “Midnight Rain” y “Vigilante Shit” mostraron su lado más sombrío, pero con dos coreografías en perfecta sinergia con esos temas sobre una relación destinada a desvanecerse, y sobre el placer de la venganza, respectivamente.
Para el final, “Bewejeled” retomó el concepto de fiesta, “Mastermind” recordó cómo Swift es la artífice de un mundo del que todo el mundo permanece cautivo y “Karma” fue el broche de oro. Mientras caían los papeles de colores, y los bailarines, con sus chaquetas de colores, se movían a la par de Taylor para la canción que revierte el concepto de revenge por antonomasia, era imposible no admirar la capacidad de la estrella unívoca de un espectáculo que demuestra el porqué de su vigencia a lo largo de 17 años.