Argentina campeón
Cinco millones de hinchas salieron a las calles a recibir a la selección de fútbol; el operativo colapsó y pocos lograron ver a los jugadores, pero se vivió una celebración sin precedentes.
Argentina es campeón del mundo. Un hombre le pide a dos desconocidos que suban a su hijo, de cinco años, a un techo de vidrio atestado al que él no sabe si va a poder trepar, otros dos se tiran desde un puente al colectivo en movimiento de la selección, miles llevan horas parados en la autopista al rayo del sol esperando a los jugadores, aunque ya es un hecho que no van a pasar por ahí. Millones de hinchas fueron a buscar ayer a los autores de la hazaña de Qatar y se convirtieron en los protagonistas de un hecho histórico: la movilización popular más grande que se haya registrado jamás en la Argentina.
Fueron cinco millones, según las estimaciones del gobierno nacional, los que salieron a las calles para celebrar. La organización fue caótica y muy pocos consiguieron ver a Lionel Messi y a sus compañeros con la Copa, pero Buenos Aires fue una fiesta.
Desde la mañana, oleadas de personas llegaron al centro porteño. Ocuparon primero el Obelisco –adonde la selección nunca llegó– y con el paso de las horas caminaron en multitud desconcertadas. Algunos fueron a la Casa Rosada; otros, hasta el cruce con la autopista 25 de mayo, donde la gente era tanta que por momentos se hacía imposible dar un paso. Las imágenes aéreas de las bajadas y los cruces de la autopista que reproducían los canales de televisión mostraban un hormiguero interminable.
En el microcentro, cortado al tránsito, los hinchas saltaban, bailaban, cantaban “Muchachos” en un loop eterno. Y agradecían al cielo: en las calles laterales a la 9 de Julio desde los balcones les tiraban baldazos de agua que ayudaban a aguantar los 31 grados de sensación térmica.
Mientras tanto, el ómnibus descapotable de la selección a duras penas conseguía avanzar entre la gente. Era un viaje imposible, pero durante varias horas los jugadores estuvieron exultantes. Messi, que rara vez soltaba la Copa, se abrazaba con Rodrigo De Paul, Ángel Di María, Nicolás Otamendi y Leandro Paredes en la parte de atrás del colectivo, cada uno con su medalla dorada en el cuello. Los campeones se paraban, bailaban, tomaban de una jarra cortada, le regalaban banderas a la gente. Emiliano “Dibu” Martínez, sin remera, de anteojos negros y gorrita para atrás, atajó a un bebé de juguete que le tiraron los hinchas y que tenía pegada una foto de la cara de Kylian Mbappé, el delantero francés al que no le alcanzaron los tres goles que le hizo en la final del mundial. Dibu jugaba: le hacía upa, pedía silencio. Sus compañeros se reían. Todos, el técnico Lionel Scaloni incluido, se sacaban fotos y le sacaban fotos a la gente.
El ómnibus hizo 12 kilómetros en cuatro horas y el recorrido se terminó. Apenas había entrado en la ciudad cuando se desvió de la autopista y en la Escuela de Cadetes de la Policía Federal, en Villa Lugano, los jugadores se subieron a helicópteros que los sacaron de la multitud. Fue poco después de que un hincha cayó dentro del colectivo, entre los futbolistas, desde el puente peatonal Olavarría, en La Matanza; y otro, que también se tiró y calculó mal, se estrelló contra el pavimento.
En total, los heridos durante los festejos fueron 31, según informó el SAME por la tarde (después se sumarían los del desalojo final en el Obelisco). La mayoría de quienes se accidentaron celebrando sufrieron politraumatismos por caídas y heridas cortantes, según los reportes oficiales. Un video que circuló por las redes mostró a uno de los heridos, que mientras era trasladado en una camilla por tres policías de la Federal y dos enfermeros del SAME, acostado, con el brazo entablillado y un enorme vendaje en la frente, sacudía el brazo que tenía libre y cantaba con la multitud: “Ahora nos volvimos a ilusionar/ Ya ganamos la tercera”.